sábado, 9 de junio de 2012

Monseñor Fellay habla sobre la reconciliación de la Santa Sede y los Lefebvristas


Transcribimos una entrevista dada por Monseñor Bernard Fellay, Superior de la Fraternidad San Pío X, a la Agencia DICI(DICI N º 256, de DICI 08/06/12); en ella aborda el tema de la pronta regularización canónica de la congregación fundada por Monseñor Lefebvre, por la cual la Iglesia se reconciliará con la Tradición a la que fue dejando atrás hace 50 años, se reconocerá que el Concilio Vaticano II no es vinculante, se reivindicará la figura del Arzobispo Lefebvre, misionero y defensor de la Tradición, y se le permitirá al tradicionalismo católico realizar un gran bien en la Iglesia que le permitirá ir superando poco a poco la profunda crisis en la que se ha visto sumida en las últimas décadas. Invitamos a nuestros lectores a redoblar sus oraciones por esta intención, por el bien de la Iglesia y por la salud e intenciones del Romano Pontífice.




DICI: ¿Está usted preocupado por el retraso en la respuesta de Roma, que podría permitir a aquellos que están en contra de un reconocimiento canónico, alejar a los sacerdotes y fieles de la Fraternidad San Pío X?




Monseñor: Todo está en las manos de Dios. Confío en Dios y en su Divina Providencia, que sabe cómo manejar todo, incluso los retrasos, por el bien de los que le aman.
 



DICI: ¿La decisión del Papa fue postergada como algunas revistas lo han dicho? ¿La Santa Sede le hizo saber algo sobre un retraso a esperar?
 



Monseñor: No, yo no tenía conocimiento de ningún calendario. Incluso hay algunos que dicen que el Papa abordará esta cuestión en Castelgandolfo, en julio.
 



DICI: La mayoría de los que se oponen a la aceptación por parte de la Fraternidad de un eventual reconocimiento canónico, hacen resaltar que los debates doctrinales solo habrían podido conducir a esta aceptación [canónica] si hubieran desembocado en una solución doctrinal, es decir, en una “conversión” de Roma. ¿Su posición sobre este punto ha cambiado?




Monseñor: Debemos reconocer que estas reuniones fueron una oportunidad para exponer los diversos problemas que enfrentamos a propósito del Concilio Vaticano II. Lo que ha cambiado es que Roma ya no hace de una plena aceptación del Concilio Vaticano II una condición para la solución canónica. Hoy en día, en Roma, algunos consideran que una comprensión diferente del Concilio no es determinante para el futuro de la Iglesia, porque la Iglesia no es solo el Concilio. De hecho, la Iglesia no se limita solo al Concilio, ella es mucho más grande. Por lo tanto, hay que dedicarse a resolver problemas mayores. Esta toma de conciencia puede ayudarnos a entender lo que realmente está sucediendo: estamos llamados a ayudar a llevar a los demás el tesoro de la Tradición que hemos podido conservar.


Así pues, es la actitud de la Iglesia oficial la que ha cambiado, nosotros no. No somos nosotros los que hemos pedido un acuerdo, es el Papa el que quiere reconocernos. Podemos pues preguntarnos el porqué de este cambio. ¡Todavía no estamos de acuerdo doctrinalmente, y sin embargo el Papa quiere reconocernos! ¿Por qué? La respuesta es ésta: hay problemas tremendamente importantes en la Iglesia de hoy. Debemos hacer frente a estos problemas. Debemos dejar de lado los problemas secundarios y hacer frente a problemas mayores. Esta es la respuesta de tal o cual prelado romano, pero no lo dirán jamás abiertamente; hay que leer entre líneas para entender.


Las autoridades oficiales no quieren reconocer los errores del Concilio. Ellas no lo dirán nunca de manera explícita. Sin embargo, si leemos entre líneas, se puede ver que quieren remediar a algunos de estos errores. He aquí un ejemplo interesante sobre el sacerdocio. Ustedes saben que desde el Concilio ha habido una nueva concepción del sacerdocio que ha demolido la imagen del sacerdote. Hoy vemos claramente que las autoridades romanas tratan de restaurar la verdadera concepción del sacerdote. Ya lo habíamos observado claramente durante el Año Sacerdotal, que tuvo lugar en 2010-2011. Ahora la fiesta del Sagrado Corazón es el día dedicado a la santificación de los sacerdotes. En esta ocasión, una carta fue publicada y un examen de conciencia fue compuesto para los sacerdotes. Uno podría pensar que fueron a buscar este examen de conciencia a Ecône, puesto que está claramente en consonancia con la espiritualidad pre-conciliar. Esta revisión ofrece la imagen tradicional del sacerdote, e incluso su papel en la Iglesia. Es este el papel que Monseñor Lefebvre afirma cuando describe la misión de la Fraternidad: restaurar la Iglesia a través de la restauración del sacerdote.


La carta dice: “La Iglesia y el mundo no pueden ser santificados sino por la santidad del sacerdote.” Realmente se pone al sacerdote en el centro. El examen de conciencia comienza con esta pregunta: “¿Es la principal preocupación del sacerdote la santificación?” Segunda pregunta: “¿El Santo Sacrificio de la Misa – que es la palabra que usan, no la Eucaristía, o la Synaxis o no sé qué otra cosa – es el centro de la vida del sacerdote?” Entonces se recuerdan las finalidades de la Misa: la alabanza a Dios, la oración, la reparación por los pecados … lo dicen todo. El sacerdote debe inmolarse – la palabra “inmolarse” no se usa, sino “darse”, sacrificarse para salvar a las almas. Todo está dicho. Luego viene la evocación de las postrimerías: “¿Piensa el sacerdote a menudo en sus postrimerías? ¿Piensa en pedir la gracia de la perseverancia final? ¿Se lo recuerda a sus fieles? ¿Visita a los moribundos para darles la extremaunción?” Usted ve cómo, de manera hábil, este documento romano recuerda claramente la idea tradicional del sacerdote.


Por supuesto, esto no elimina todos los problemas, y todavía hay graves dificultades en la Iglesia: el ecumenismo, Asís, la libertad religiosa… pero el contexto está cambiando; y no sólo el contexto sino la situación misma… Yo distinguiría entre las relaciones exteriores y la situación interna. Las relaciones con el mundo exterior no han cambiado todavía, pero lo que sucede en la Iglesia, las autoridades romanas están tratando de cambiarlo poco a poco. Obviamente, todavía sigue existiendo un desastre mayor, debemos ser conscientes, y no decimos lo contrario, pero también hay que ver lo que se está haciendo. Este examen de conciencia para los sacerdotes es un ejemplo significativo.


 

DICI: Usted reconoce que dificultades serias persisten con el ecumenismo, la libertad religiosa… Si se diera un reconocimiento canónico ¿cuál sería su actitud frente a estos problemas? ¿No se sentiría obligado a mantener una cierta reserva?




Monseñor: Permítame responder a su pregunta con tres preguntas: ¿Las novedades que se introdujeron durante el Concilio fueron el comienzo de un mayor desarrollo de la Iglesia, de vocaciones y de la práctica religiosa? ¿No constatamos más bien por el contrario una forma de “apostasía silenciosa” en todos los países cristianos? ¿Podemos callarnos frente a estos problemas?


Si queremos hacer fructificar el tesoro de la Tradición para el bien de las almas, debemos hablar y actuar. Necesitamos esta doble libertad de expresión y de acción. Pero yo desconfiaría de una denuncia puramente verbal de los errores doctrinales; denuncia más bien polémica dado que es sólo verbal.


Con el realismo que le caracterizaba, Monseñor Lefebvre reconocía que las autoridades romanas y diocesanas serían más sensibles a las cifras y a los hechos presentados por la Fraternidad San Pío X, que a los argumentos teológicos. Es por eso que yo no dudo en afirmar que si un reconocimiento canónico sucediese, las dificultades doctrinales serían siempre resaltadas por nosotros, pero con la ayuda de una lección dada por los hechos mismos, signos tangibles de la vitalidad de la Tradición. Y por eso, como yo ya lo decía en el 2006, acerca de las etapas de nuestro diálogo con Roma, debemos tener “fe en la Misa tradicional, esta Misa que exige la integridad de la doctrina y de los sacramentos, promesa de toda fecundidad espiritual de las almas.”




DICI: 2012 no es 1988, año de su consagración episcopal. En 2009 se retiraron las excomuniones, en 2007 se reconoció oficialmente que la Misa Tridentina “nunca había sido abrogada,” pero ahora algunos miembros de la Fraternidad deploran que la Iglesia aún no se haya convertido. ¿El rechazo a priori de ellos de un reconocimiento canónico se debe a 40 años de una situación excepcional que resulta de una mala interpretación de la sumisión a la autoridad?




Monseñor: Lo que está pasando en estos días muestra claramente algunos de nuestros puntos débiles frente a los peligros que se han creado por la situación en la que estamos. Uno de los principales peligros es inventar una noción de la Iglesia que parece ideal, pero que no se sitúa de hecho en la verdadera historia de la Iglesia. Algunos argumentan que para trabajar “con seguridad” en la Iglesia, en primer lugar, ésta debe limpiarse de todo error. Esto es lo que se dice cuando se afirma que Roma debe convertirse antes de cualquier acuerdo, o que los errores deben ser primero removidos para que podamos trabajar. Pero esta no es la realidad. Basta con mirar el pasado de la Iglesia; a menudo y casi siempre, vemos que hay errores difundidos en la Iglesia. Ahora bien, los santos reformadores no la abandonaron para luchar contra estos errores. Nuestro Señor nos enseñó que habrá siempre cizaña hasta el final de los tiempos. No sólo la hierba buena, no sólo el trigo.


En tiempos de los arrianos, los obispos trabajaron en medio de los errores para convencer de la verdad a los que estaban equivocados. No dijeron que querían estar fuera, como algunos dicen ahora. Por supuesto, siempre hay que tener cuidado con las expresiones “fuera,” “dentro,” porque somos de la Iglesia, somos católicos. Pero, ¿por este motivo podemos negarnos a convencer a aquellos que están en la Iglesia, bajo el pretexto de que están llenos de errores? ¡Veamos lo que han hecho los santos! Si Dios nos permite estar en una situación nueva, en un combate cuerpo a cuerpo al servicio de la verdad… Esta es la realidad que nos presenta la historia de la Iglesia. El Evangelio compara al cristiano con la levadura, ¿y queremos que la masa crezca, sin que estemos dentro de la masa?


En esta situación, presentada por algunos como una situación imposible, se nos pide ir a trabajar al igual que todos los santos reformadores de todos los tiempos. Por supuesto, esto no elimina el peligro. Pero si tenemos la libertad suficiente de actuar, de vivir y crecer, hay que hacerlo. Realmente creo que esto debe hacerse, siempre y cuando tengamos la suficiente protección.




DICI: ¿Cree usted que hay miembros de la Fraternidad que, conscientemente o no, abrazan teorías sedevacantistas? ¿Tiene miedo de su influencia?




Monseñor: Ciertamente algunos pueden estar influidos por esas ideas, esto no es nuevo. Yo no creo que sean tan numerosos, pero pueden hacer daño, sobre todo mediante la difusión de rumores falsos. Pero realmente creo que la principal preocupación entre nosotros es más bien la cuestión de confianza en las autoridades romanas, temiendo que lo que pueda acontecer sea una trampa. Personalmente, estoy convencido de que no es el caso.


Entre nosotros hay desconfianza de Roma, porque hemos sufrido demasiadas decepciones, por eso creemos que puede tratarse de una trampa. Es cierto que nuestros enemigos pueden pensar en utilizar este ofrecimiento como una trampa, pero el Papa que realmente quiere este reconocimiento canónico, no lo ofrece como una trampa.




DICI: Varias veces Ud. ha repetido que el Papa quiere personalmente el reconocimiento canónico de la Fraternidad. ¿Tiene la confirmación personal y reciente del mismo Papa de que es realmente su voluntad?




Monseñor: Sí, es el Papa quien lo quiere, y yo lo he dicho varias veces. Tengo detalles suficientes en mi poder  para afirmar que lo que digo es cierto, aunque no he tenido trato directo con el Papa, sino con sus más cercanos colaboradores.


 

DICI: La carta del 14 de abril, firmada por los otros tres obispos de la Fraternidad, por desgracia ha sido publicada en Internet, ¿el análisis que ella presenta corresponde a la situación de la Iglesia?




Monseñor: Sobre sus posiciones, no excluyo la posibilidad de una evolución. La primera pregunta para nosotros, que hemos sido consagrados por Mons. Lefebvre, fue la de la supervivencia de la Tradición. Creo que si mis colegas ven y comprenden que en derecho y en los hechos hay en la propuesta romana una verdadera oportunidad para la Fraternidad de “restaurar todas las cosas en Cristo,” a pesar de todos los problemas que permanecen en la Iglesia hoy, entonces podrán reajustar su juicio – es decir, con el estatuto canónico en mano y los hechos ante sus ojos. Sí, yo creo, lo espero. Y debemos orar por esta intención.




DICI: Algunos en todo el mundo, incluyendo miembros de la Fraternidad, han utilizado pasajes de una entrevista que Ud. dio a Catholic News Service; estos pasajes sugieren que a sus ojos Dignitatis humanae ya no presenta dificultades. ¿Es la manera como esta entrevista se hizo lo que alteró el significado de lo que Ud. quiso expresar? ¿Cuál es su posición sobre esta cuestión en comparación con lo que Mons. Lefebvre enseñaba?
 



Monseñor: Mi posición es la de la Fraternidad y la de Mons. Lefebvre. Como de costumbre, en un asunto muy delicado; hay que hacer distinciones, y algunas de estas distinciones desaparecieron en la entrevista de televisión que se redujo a menos de 6 minutos. Pero el relato escrito que CNS hizo de mis comentarios, restablece lo que dije y que no se ha conservado en la versión difundida: “A pesar de que Mons. Fellay se niega a asumir la interpretación (de la libertad religiosa) por Benedicto XVI como si estuviera en continuidad con la Tradición de la Iglesia, – una posición que muchos en la Iglesia han discutido muy fuertemente -, Mons. Fellay habló de la idea en términos sorprendentemente simpáticos.” En realidad, yo solamente recordé que ya existe una solución tradicional al problema de la libertad religiosa y que se llama la tolerancia. Sobre el Concilio, cuando se me hizo la pregunta: “¿Pertenece el Vaticano II a la Tradición?” Le dije: “Quisiera esperar que así fuera” (lo que una traducción al francés defectuosa se ha convertido en: “Espero que sí”). Esto está en la línea de las distinciones hechas por Mons. Lefebvre de leer el Concilio a la luz de la Tradición: lo que está de acuerdo con la Tradición, lo aceptamos; lo que es dudoso, lo entendemos como la Tradición siempre lo ha enseñado; lo que es lo contrario, lo rechazamos.


 

DICI: Una prelatura personal es la estructura canónica que Usted ha indicado en declaraciones recientes. Ahora bien, en el Código, el canon N º 297 requiere no sólo informar sino también obtener el permiso de los obispos diocesanos para fundar una obra en su territorio. Si bien es claro que cualquier reconocimiento canónico preservará nuestro apostolado en su estado actual, ¿está Ud. dispuesto a aceptar que las obras futuras no sean posibles sino con el permiso del obispo en las diócesis donde la Fraternidad San Pío X no está actualmente presente?


 

Monseñor: Hay mucha confusión sobre este tema, y ??es causada principalmente por una mala interpretación de la naturaleza de la prelatura personal, así como por un desconocimiento de la relación normal entre el Ordinario del lugar y la Prelatura. A esto se añade el hecho de que la única referencia disponible en la actualidad sobre una prelatura personal es el Opus Dei. Sin embargo, seamos claros, si una prelatura personal nos fuese dada, nuestra situación no sería la misma. Para entender mejor lo que sucedería, creo que nuestra situación sería mucho más similar a la de un Ordinariato Militar, porque tendríamos una jurisdicción ordinaria sobre los fieles. Seríamos como una especie de diócesis cuya jurisdicción se extiende a todos sus fieles, independientemente de su situación territorial.


Todas las capillas, iglesias, prioratos, escuelas y obras de la Fraternidad y de las Congregaciones religiosas amigas serían reconocidos con una verdadera autonomía para ejercer su ministerio.


Sigue siendo cierto – como lo es el derecho de la Iglesia – que para abrir una nueva capilla o fundar una nueva obra, sería necesario contar con el permiso del Ordinario del lugar. Por supuesto, hemos mostrado a Roma como nuestra situación actual es difícil en las diócesis, y Roma sigue trabajando en ello. Aquí o allá, esta dificultad será real, pero ¿desde cuándo la vida es sin dificultades? Lo más probable es que también tengamos el problema opuesto, es decir, que no vamos a ser capaces de responder a las peticiones que vendrán de obispos amigos. Pienso en un algún obispo que podría pedirnos que nos encarguemos de la formación de los futuros sacerdotes de su diócesis.


De ninguna manera nuestras relaciones serían las de una congregación religiosa con un obispo, sino más bien las de un obispo con otro obispo, así como ocurre con los Ucranianos o los Armenios de la diáspora. Y si entonces un problema no se ha podido resolver, éste iría a Roma, y ??habría entonces una intervención romana para resolver el problema.


Sea dicho de paso, lo que se ha informado a través de Internet con respecto a mis comentarios sobre este tema, en Austria, el mes pasado, es completamente falso.


 

DICI: Si hay reconocimiento canónico, ¿qué va a pasar con las capillas amigas de la Fraternidad e independientes de la diócesis? ¿Los obispos de la Fraternidad continuarán a administrar la confirmación, a proporcionar los Santos Oleos?




Monseñor: Si trabajan con nosotros, no habrá problema: será igual que ahora. Si no, todo dependerá de lo que estas capillas entienden por independencia.


 

DICI: ¿Va a haber una diferencia en sus relaciones con las comunidades Ecclesia Dei?




Monseñor: La primera diferencia es que ellos se verán obligados a dejar de tratarnos de cismáticos. Sobre un desarrollo futuro, es claro que algunos se acercarán a nosotros, puesto que ya nos aprueban discretamente; otros no. El tiempo nos dirá cómo se desarrollará la Tradición en esta nueva situación. Tenemos grandes expectativas para el apostolado tradicional, así como algunas personas importantes en Roma y el mismo Papa. Tenemos grandes esperanzas de que la Tradición se desarrolle con nuestra llegada.




DICI: Siempre si hay reconocimiento canónico ¿le dará la oportunidad a los cardenales de la Curia, o a los obispos, de visitar nuestras capillas, celebrar la Misa, administrar las confirmaciones, tal vez incluso de conferir las ordenaciones en los seminarios?




Monseñor: Los obispos favorables a la Tradición, los cardenales conservadores van a acercarse. Hay todo un desarrollo a prever, sin conocer los detalles específicos. Y sin duda también habrá dificultades, que es bastante normal. No hay duda de que van a venir a visitarnos, pero para trabajar de forma más precisa, como la celebración de la Misa o la ordenación, esto dependerá de las circunstancias. Así como queremos que la Tradición crezca, esperamos que la Tradición se desarrolle entre los obispos y cardenales. Un día todo será armoniosamente tradicional, pero ¿cuánto tiempo se necesitará? Sólo Dios lo sabe.




DICI: En espera de la decisión de Roma, ¿cuáles son sus disposiciones internas? ¿Cuáles le gustaría que fueran para los sacerdotes y fieles apegados a la Tradición?


 

Monseñor: Cuando en 1988, Mons. Lefebvre anunció que iba a consagrar a cuatro obispos, algunos lo animaron a hacerlo y otros trataron de disuadirlo. Sin embargo, nuestro fundador mantuvo la paz, porque él no tenía en vista sino la voluntad de Dios y el bien de la Iglesia. Hoy en día, debemos tener las mismas disposiciones interiores. Como su santo Patrono, la Fraternidad San Pío X tiene la voluntad de “restaurar todas las cosas en Cristo,” algunos dicen que no es el tiempo, otros por el contrario, que es el momento adecuado. Por mi parte yo solo sé una cosa: siempre es el momento para hacer la voluntad de Dios y sabemos que El nos la hace conocer en el momento oportuno, siempre y cuando nos mostremos receptivos a sus inspiraciones. Por esto, he pedido a los sacerdotes renovar la consagración de la Fraternidad San Pío X al Sagrado Corazón de Jesús, en su fiesta, el 15 de junio próximo, y prepararse a ello con una novena, durante la cual se recitarán las Letanías del Sagrado Corazón en todas nuestras casas. Todos pueden unirse pidiendo la gracia de convertirse en instrumentos dóciles de la restauración de todas las cosas en Cristo.

lunes, 4 de junio de 2012

Las Flores Hablan

Reproducimos una hermosa meditación sobre la libertad humana, su destino eterno y el testimonio de Dios para esa elección. Esta meditación está tomada del Comentario Eleison 255, de Monseñor Williamson, de acuerdo a la licencia explícita que aparece en la entrega del mismo. La reproducción es literal. Esta publicación es un reconocimiento de la belleza de la meditación hecha, pero no expresa en modo alguno algún tipo de apoyo a todas y cada una de las opiniones y expresiones de monseñor Williamson.

LAS FLORES HABLAN

Dios es Ser infinito, Verdad infinita, Bondad infinita, infinitamente justo e infinitamente misericordioso. Así enseña su Iglesia y la idea es grandiosa y hermosa, así no tengo objeción. Pero entonces aprendo que su Iglesia también enseña que por un pecado mortal solo, el alma puede ser condenada para toda la eternidad a rigurosos y crueles sufrimientos mas allá de toda imaginación, y eso no es tan agradable. Comienzo a objetar.

Por ejemplo, nunca fui consultado antes que mis padres decidieran traerme a la existencia ni fui consultado sobre los términos del contrato, por así decirlo, de mi existencia. Si hubiera sido consultado, bien hubiera podido objetar tan extrema alternativa entre inimaginable gloria e inimaginable tormento tal como lo enseña la Iglesia, ambos sin fin. Habría podido aceptar un “contrato” más moderado por el cual a cambio de un Cielo acortado hubiera enfrentado el riesgo de solamente un abreviado Infierno, pero no fui consultado.

Una perpetuidad de ambos me parece estar fuera de toda proporción con respecto a esta breve vida mía en la tierra: 10, 20, 50, aún 90 años, hoy están aquí, mañana idos. Toda carne es como hierba verde –“que a la mañana está en flor y crece, y a la tarde es cortada y se seca” (Sal.LXXXIX,6). Si sigo esta línea de pensam iento,Dios me parece tan injusto que seriamente me pregunto si en verdad existe. El problema nos obliga a reflexionar. Supongamos que Dios en verdad sí existe, que El es tan justo como su Iglesia dice que El lo es, que es injusto imponer sobre cualquiera una pesada carga sin el consentimiento de esa persona, que esta vida es breve, una mera bocanada de humo comparada con lo que la eternidad debe ser, que nadie puede en justicia ser punible de un terrible castigo si él no estaba consciente de estar cometiendo un terrible crimen.

Entonces, ¿cómo puede ser justo el supuesto Dios?

 Si El es justo, entonces lógicamente cada alma que alcanza la edad de razonar debe vivir lo suficiente al menos como para conocer la elección para la eternidad que ella está haciendo, y la importancia de tal elección. Sin embargo ¿cómo es eso posible, por ejemplo en el mundo de hoy, donde Dios está tan universalmente abandonado y desconocido en la vida de los individuos, las familias y los Estados? La respuesta sólo puede ser que Dios viene antes que individuos, familias y Estados, y que El “habla” dentro de cada alma previamente a todos los seres humanos e independientemente de ellos, de manera que aún un alma cuya educación religiosa ha sido nula y sin valor, está consciente que está haciendo una elección cada día de su vida, que ella sola está haciendo esa elección para sí misma y que esa elección tiene consecuencias enormes.

Pero nuevamente ¿cómo es eso posible dada la impiedad de un mundo que nos rodea por todos lados, tal como es el nuestro de hoy día? Porque el “habla” de Dios a las almas es mucho más profundo, mas constante, mas presente y más atrayente de lo que puede ser el habla de cualquier ser o seres humanos. El solo creó nuestra alma. El continuará creándola durante cada momento de su existencia sin fin. Por consiguiente El está a cada momento más cercano a ella de lo que puedan estar incluso sus padres que simplemente compusieron su cuerpo – a partir de elementos materiales mantenidos en existencia por Dios solo. Y la bondad de Dios está igualmente detrás y dentro y debajo de cada buena cosa que el alma disfrutará alguna vez en esta vida, y el alma está profundamente consciente que todas estas buenas cosas son meros derivados de la infinita bondad de Dios. “Calla”, le dijo San Ignacio de Loyola a una diminuta flor, “Sé de quién estás hablando”. La sonrisa de un pequeño niño, el diario esplendor de la naturaleza durante todos los tiempos del día, la música, las nubes que presentan siempre una obra maestra de pintura, y otras creaturas sin fin – aún amadas con un profundo amor, estas cosas le dicen al alma que hay algo mucho más o – Alguien. “En Ti, Yahvé, me refugio; no quede yo nunca confundido” (Sal.XXX,2)

Kyrie eleison.

Monseñor R. Williamson.