jueves, 7 de abril de 2011

Breve Biografía de Monseñor Marcel Lefebvre

Monseñor Lefebvre es el gran defensor de la fe tradicional en el siglo XX, pero como todo fiel seguidor de Jesucristo, le tocó acompañar a su maestro en medio de las persecuciones y la cruz, pero, aunque le tocó como misionero y delegado apostólico sembrar la fe en tierras extrañas, no es allá donde experimentará las persecuciones, si no en el mismo seno de la Iglesia y de parte de muchos quienes debían acompañarlo en el ministerio de la verdad.

Monseñor Marcel-François Lefebvre nace el 29 de noviembre de 1905, en Tourcoing, poblado ubicado en el norte de Francia, cerca de la frontera con Bélgica. Es el tercero de ocho hermanos, del matrimonio de René, fabricante textil, y Gabrielle, ambos muy piadosos. Los cinco primeros hijos entraron en religión, René y Marcel, con los padres espiritanos, Jeanne, en las religiosas reparadoras, Bernadette, futura fundadora de la hermanas de la Hermandad San Pío X y Christiane con el Carmelo reformado. Además en la familia se cuenta su primo Joseph-Charles Lefèbvre, cardenal obispo de Bourges.

Marcel cursó estudios en el Colegio del Sagrado Corazón de Tourcoing. Ya desde pequeño lo visitó la cruz pues junto a su familia les tocó padecer la invasión alemana de su ciudad durante la Primera Guerra Mundial. Su padre debió huir en 1915 por ayudar a los prisioneros ingleses y franceses a pasar las líneas, por lo que la familia sufrió mucho su ausencia agravada con la escasez de bienes básicos.
Cuando se despertó su vocación, realizó sus estudios de filosofía y teología en la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma; ahí destacó entre sus compañeros por sus cualidades como estudiante destacado y por su talante enérgico y decidido, junto a su profunda piedad, espíritu misionero y amor a la Iglesia. Fue ordenado sacerdote el 21 de septiembre de 1929 por Monseñor Liénart, arzobispo de Lille. Habiendo madurado en él la idea misionera y siguiendo el paso de su hermano, se unió a la Congregación del Espíritu Santo. Tras su noviciado hizo su profesión religiosa el 8 de septiembre de 1932 fue enviado a África, más concretamente a Gabón, donde se desempeñó como misionero en diversos lugares, con una labor impresionante y con gran entrega por la difusión de la fe. En 1939 regresó a Burdeos desde Gabón. Durante el trayecto se declaró la Segunda Guerra Mundial. Al poco de desembarcar fue movilizado y enviado como soldado a África. Apenas pudo despedirse de su padre, a quien no volvería a ver. René Lefebvre moriría heroicamente, tras ser arrestado en abril de 1942 por los nazis, por entregar información a Londres, ayudando así a muchos prisioneros de guerra, sería martirizado por el régimen nazi en el campo de concentración de Sonnenburg.

Fue elevado a la dignidad episcopal por el Papa Pío XII y ordenado por el mismo obispo que lo ordenó sacerdote, Monseñor Achille Liènart, el 18 de setiembre de 1947. Su lema episcopal es un resumen de cómo han entendido el cristianismo los santos y a la vez como lo han transmitido: “Et nos credidimus Caritati” (Y nosotros hemos creído en el Amor). El Papa Pío XII lo nombró obispo de Dakar (1948-1962), elevándolo posteriormente al rango de Arzobispo, y designándolo también Legado Apostólico (Representante del Santo Padre para toda el África francófona). En este cargo desempeñó una hermosa labor misionera en África, entregando el don de la fe a los más necesitados, labor que le valió el sincero cariño de la gente y el reconocimiento de muchos de hermanos en el episcopado mundial. A la muerte de Pío XII, le destinaron sólo como Arzobispo de Dakar dejando el puesto de Legado apostólico. Siguiendo el santo deseo que impulsara Pío XII de la promoción del clero nativo, Monseñor Lefebvre dejó la cátedra de Dakar a su discípulo Hyacinthe Thiandoum y decide volver a su patria, pero este paso le traería incomprensión y sufrimiento, pues los obispos franceses, de fuerte corte progresista, que querían reformas en la Iglesia y estaban imbuidos del espíritu del modernismo, estaban un tanto recelosos de la llegada del Arzobispo misionero, fuerte defensor de la fe tradicional, por lo que exigieron a Juan XXIII que Monseñor Lefebvre no podía pertenecer a la Asamblea de los cardenales y arzobispos franceses (germen de la futura Conferencia de obispos de Francia); Juan XXIII, quiso darle una diócesis en Francia, pero las presiones de los obispos y cardenales franceses lo obligaron a darle una pequeña diócesis, Tulle, en vez de un arzobispado aunque reconociéndole su dignidad de Arzobispo.

En calidad de Superior General de los Padres Espiritanos, fue llamado por Juan XXIII para formar parte de la Comisión Central Preparatoria del Concilio Vaticano II. Durante el Concilio, fundó junto a Monseñor Dom Antonio de Castro-Mayer, obispo de Campos (Brasil), Monseñor Geraldo Proença Sigaud, obispo de Diamantina (Brasil) y Monseñor Carli, obispo de Segni (Italia) el Cœtus Internationalis Patrum, al que adhirieron 450 obispos, con el objeto de defender en el aula conciliar la doctrina y disciplina tradicional de la Iglesia. Esto le valió la oposición y enemistad con los obispos franceses y germanos.

Después de renunciar a su cargo de Superior General de su congregación en 1968 y a iniciativa de un grupo de seminaristas descontentos con la orientación que habían tomado los seminarios a los que concurrían, en particular, el Seminario Francés de Roma, a cargo de los Padres Espiritanos, fundó en 1971 en Friburgo (Suiza), con la autorización del obispo del lugar, Mons. François Charrière, la Fraternidad Sacerdotal San Pío X. La casa de formación que primero funcionó en la Rue de la Vignettaz fue posteriormente trasladada a Écône (cantón del Vales, Suiza), donde la congregación hasta hoy tiene su principal instituto de formación sacerdotal. Debido a la creciente concurrencia de jóvenes deseosos de recibir una formación tradicional en el sacerdocio, rápidamente se granjeó la enemistad del episcopado francés, que llamaba al Seminario de Écône «seminario salvaje».

La loable labor de formar sacerdotes según la fe tradicional, le traería persecuciones de diversos sectores del episcopado mundial y desde Roma misma. Vencido el término de 5 años, durante el cual la existencia de la congregación es puesta a prueba de acuerdo con las normas canónicas, el sucesor de Mons. Charrière en la sede de Friburgo, Mons. Pierre Mamie, tras recibir una solicitud de Roma, no renovó el permiso para que la misma subsistiera, acto que posteriormente fue refrendado por una comisión de 3 cardenales nombrada por Pablo VI. En ese estado, Mons. Lefebvre interpuso un recurso suspensivo ante el Tribunal de la Signatura Apostólica, pero su presidente, el cardenal Dino Staffa, se negó a darle trámite respondiendo -según parece- a un pedido del Cardenal Jean Marie Villot, entonces Secretario de Estado de Pablo VI. Dado que el recurso suspensivo de supresión estaba pendiente, Mons. Lefebvre consideró que, a falta de pronunciamiento sobre un recurso suspensivo, la medida de suprimir su congregación quedaba pendiente de resolución, y por lo tanto, su congregación continuaría existiendo hasta tanto la Santa Sede no se expidiese sobre el fondo del asunto. Con ese razonamiento, no secundó el pedido que se le hiciera de cerrar el seminario y dispersar a los seminaristas, a los cuales prosiguió formando hasta las puertas del sacerdocio. En 1976 recibió una tan injusta como ilegítima monición canónica para que no procediera a la ordenación de la primera tanda de jóvenes formados en Écône, ante lo cual, debido al estado de necesidad reinante en la Iglesia, tuvo que desoír; esto sirvió a sus perseguidores de excusa para hacer recaer sobre él la suspensión a divinis el 22 de julio de 1976. No obstante Monseñor Lefebvre continuó su labor apostólica y de formación, difundiendo y defendiendo la fe y la liturgia tradicional de la Iglesia.
Eran tiempos en que muchos sacerdotes se extraviaban en doctrinas heréticas e intentaban conciliar el cristianismo con ideologías intrínsecamente opuestas a él; así nació la teología de la liberación y movimientos como Cristianos por el Socialismo. Monseñor Lefebvre siguió predicando la fe católica de siempre; así, el 29 de agosto de 1976, en la celebración de la Misa, advertía: "no se puede dialogar con los masones o con los comunistas, no se dialoga con el diablo!" En esta misma época el clero y los religiosos en general, se secularizaban y relajaban sus costumbres, lo que daría a píe a una gran pérdida de vocaciones en el mundo y escándalos en el clero, algunos de los cuales recién se han ido sabiendo en estos años. En el mundo los seminarios se vaciaban o simplemente se cerraban; por esto, los obispos progresistas veían con malos ojos que el Seminario de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X, no obstante las persecuciones y calumnias, tuviera cada vez más vocaciones y mantuviera su ritmo de evangelización. Por esto mismo se redoblarían las persecuciones y las calumnias, acusándolos de integristas, infieles al Papa y de oponerse a los cambios necesarios para el mundo de hoy.

Los diversos episcopados y congregaciones en el mundo, seguían de tumbo en tumbo, con innovaciones litúrgicas y teológicas, pérdida de fieles y secularización de sus instituciones y disciplinas. En Roma se llamó aún más al error y escándalo de los fieles; en 1986, se celebró una reunión ecuménica, en Asís, en donde el Papa se reunió a hacer oración por la paz con líderes de otras religiones (algunos ni siquiera monoteístas), con esto muchos fieles cayeron (hasta hoy) en el error que todas las religiones tienen el mismo dios y el mismo valor salvífico; error que incluye además una afrenta a la Santísima Trinidad, único Dios verdadero, pues se le pone al mismo nivel de dioses tan falsos como inexistentes; lo mismo se aplica a la fe católica, la verdadera fe, puesta al mismo nivel que el error de cismáticos y herejes, e incluso de religiones falsas y otras ni siquiera monoteístas o con una idea trascendente de la divinidad. Este Encuentro de Asís provocó una molestia en los fieles tradicionalistas y muchos de ellos presentaron sus reparos; monseñor Lefebvre, de 80 años ya, se opuso a este encuentro, denunciando la confusión y escándalo que despertaría en los fieles sencillos, lo que le alejó más de los obispos en el mundo y le granjeó una mayor antipatía desde Roma en general y del Papa Wojtyla en particular.

No obstante su espíritu siempre se mantuvo fuerte, Monseñor ve como sus fuerzas físicas decaen y su tiempo en este mundo se acababa, por lo que se le acaba el tiempo para nombrar un sucesor en el episcopado que garantice la continuación de su obra de sostén de la Tradición católica. Tras una serie de reuniones con autoridades romanas, durante cuyo transcurso se le aseguró que el Papa Juan Pablo II no se oponía, en principio, a darle un sucesor, se bosquejó un proyecto de acuerdo. Pero tan pronto como estampó su firma en el documento, el entonces cardenal Ratzinger le envió un subalterno para solicitar de él una carta pidiendo perdón al Papa por lo que había hecho. Ante esta inconcebible petición, que desconocía el acuerdo y llamaba a Monseñor Lefebvre a renegar de su obra a favor de la Tradición, se negó a hacerlo, en el entendimiento que no se puede ni debe pedir perdón por «hacer lo que debe hacerse.» Lefebvre se desdice del acuerdo y poco después, remitiéndose a aquella seguridad que se le había dado de que el Papa no se oponía a darle un sucesor, decide consagrar 4 obispos escogidos de entre miembros de su congregación: los padres Bernard Fellay (suizo), Alfonso de Galarreta (hispano-argentino) , Richard Williamson (inglés, converso del anglicanismo) y Bernard Tissier de Mallerais (francés). El Vaticano le negó el permiso que ya antes había dado para la ordenación, pero monseñor Lefebvre viéndose anciano, con la muerte cercana y ante el estado de necesidad en la Iglesia, decide realizar la consagración episcopal a estos cuatro sacerdotes. Amparados en un punto del nuevo código que prohíbe las consagraciones episcopales sin mandato pontificio (CIC 1382), el papa Juan Pablo II excomulga a Monseñor Lefebvre, al obispo coconsagrante y a los ordenados y presentando el acto como cismático.

Desde ahí el progresismo y el neoconservadurismo de la Iglesia acusaban a Monseñor Lefebvre y a sus seguidores de cismáticos, afirmando que estaban fuera de la Iglesia. No obstante esto, no existía ningún fundamento teológico para hablar de cisma (lo que requiere una intención formal) y el mismo Vaticano aclaró en varias ocasiones que en este caso no se podía hablar de cisma, si no sólo de situación canónica irregular, y que la Fraternidad está dentro de la Iglesia (como en las declaraciones del Card. Darío Castrillón Hoyos, Prefecto de la Sagrada Congregación para el Clero y Presidente de la Comisión Pontificia Ecclesia Dei, en entrevista a la Revista 30 Giorni y al canal 5 de Italia el 13 de noviembre). No se podía hablar de cisma, pues no existía la intención formal de separarse de Roma, antes bien, la posición de Monseñor Lefebvre y de la Fraternidad San Pío X ha sido siempre de obediencia y sujeción al Romano Pontífice en todo lo que es magisterio infalible, aunque resisten las orientaciones pastorales que se han realizado después del Concilio Pastoral Vaticano II, cosa que por sí misma no constituye negación de ningún dogma de fe. El problema entre la Santa Sede y la Fraternidad San Pío X es, por tanto, de materia disciplinar, no dogmática.

Lo esencial en la controversia entre Mons. Lefebvre y el Vaticano son esencialmente cuatro novedades teológicas introducidas por el Concilio Vaticano II y el magisterio posterior: La protestantización del nuevo ritual de la Misa (de hecho el Papa Pablo VI le pidió a pastores protestantes que participaran en su elaboración), el ecumenismo y la libertad religiosa (que desdicen la afirmación de la fe católica como única verdadera) y la colegialidad (que contradice el Primado Petrino definido en el Concilio Vaticano I).

Con todo, las excomuniones a los cuatro obispos ordenados por Mons. Marcel Lefebvre siguieron en píe, así como las persecuciones a Monseñor Lefebvre y a sus seguidores (llamados lefebvristas, nombre que, en adelante, identificaría al movimiento tradicionalista en la Iglesia). Esta situación cambiaría recién el 24 de enero de 2009, 18 años después de la muerte del Arzobispo, cuando el papa Benedicto XVI levantó las excomuniones, además de haber declarado un par de años antes que la Misa Tradicional nunca había abolida y que prohibir su celebración (práctica habitual en todas partes) era ilícito.

Con todo, Monseñor Lefebvre acertó plenamente con las consagraciones, pues asegurarse un sucesor era vital para la permanencia de la Tradición en la Iglesia, pues al Arzobispo misionero le quedaban pocos años de vida. Tras una larga vida, llena de fecundidad apostólica y persecuciones por el anuncio de la verdad, Monseñor Marcel Lefebvre dejó este mundo, el día en que se celebraba la Encarnación del Verbo y el inicio de la Buena Nueva de Salvación, y además en plena Semana Santa, el 25 de marzo de 1991, ambas fechas son significativas de lo que fue la vida de Monseñor, configurado con el ministerio de Cristo en la predicación de la verdad y en la aceptación de la Cruz. Su muerte fue en la ciudad de Martigny, Suiza. Sus restos se encuentran en el Seminario de Écône, con un significativo epitafio tomado de san Pablo, que él mismo pidió se escribiese en su tumba: “Tradidi quod et accepi” (he transmitido lo que recibí).

12 comentarios:

  1. 5. El asunto de las contradicciones del CVII con el Magisterio anterior:
    a. Acusación de protestantización de la Misa nueva: no es más que una calumnia por carecer de fundamentos en manera total. El único argumento que alguno logra atisbar es decir que "participaron protestantes"... eso no es más que una falacia ad-hominem. Que durante la reforma hubo ciertas propuestas fuera de lugar, nadie lo duda. Por eso la comisión revisora revisó y corrigió muchos cambios hasta lograr el nuevo Ritual, bella presentación de la TRADICIONAL liturgia de la Iglesia.

    b. Ecumenismo y libertad religiosa: Si no se entienden los términos -y es claro que muchos no los entienden-, es obvio que se presta para abusos. Pero el CVII es muy claro -y reiterativo- en cuanto a que la misión de la Iglesia es la salvación de las almas y que para eso es imprescindible la Iglesia.
    Eso no quita que pueda reconocerse la posibilidad de conversar con miembros de otras religiones a fin de profundizar en lo que nos une con ellas y delimitar las diferencias. No por indiferentismo. Sino, justamente, para lograr la conversión de ellos y como un ejercicio de verdad.
    Nunca el CVII planteó que están todas las religiones en un plano de igualdad (eso es una calumnia gravísima) ni que sean todas buenas ni ninguna burrada parecida.

    c. La colegialidad: Tiene usted un error lógico. No hay contradicción entre lo afirmado en el CVI y el CVII. El CVI afirmó la infalibilidad del Magisterio auténtico en ciertas circunstancias. El CVII, reafirmando lo anterior, añadió que ese Magisterio lo puede ejercer, además del Romano Pontífice, el Colegio Episcopal (Colegio que sólo existe con el Romano Pontífice a la cabeza). Una cosa no contradice a la otra.

    Por cierto, la actitud de la FSSPX es, además, ilógica, pues da mayor valor a enseñanzas que de modo alguno tienen valor magisterial (las de M. Lefevbre después de su suspensión y la de los 4 Obispos por él ordenados) mientras que escupen y "olvidan" las enseñanzas que siguen haciendo hasta el día de hoy quienes sí ejercen legítimo Magisterio en la Iglesia.

    Y lo último, aunque no soy un fanático de las falacias ad hominem, puesto que su artículo está tan cargado de ellas, no me resisto lanzarle una sola de vuelta; sólo para molestarlo: no se olvide que Mons. Lefevbre aprobó y firmó todos los documentos del CVII. Sin excepción: los estudió, los aprobó y los firmó.

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  2. Lamento que su blog de porquería haya borrado los 4 puntos anteriores.

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  3. ¿Cuáles puntos anteriores? Sólo han aparecido esos dos comentarios? Ingréselos de nuevo si no los supo cargar bien. No hemos borrado comentarios.

    Sobre el cuerpo de las objeciones. Los temas teológicos sólo se anuncian aquí, no se argumentan, así que dificilmente usted iba a encontrar argumentos ni buenos ni malos, pues este artículo es una biografía (y además breve). Si quiere que los tratemos, no se preocupe, lo haremos en artículos posteriores. Pero ahora estaba usted peleando sólo, pues nadie le argumentó nada para que respondiera.

    Un mínimo detalle sobre la protestatización de la Misa: en su redacción participaron 6 pastores calvinistas, se eliminaron las oraciones del ofertorio que hacían alusión a la Trinidad y al carácter sacrificial, se agregó un versículo pretestante al final del Paternoster (como se reza en la liturgia luterana), se hicieron desaparecer (más en la práctica que en la teoría, se lo concedo) el canto gregoriano y los ornamentos tradicionales, además se han eliminado una serie de oraciones y gestos piadosos en la misa y de preparación a ella.

    Sobre el problema de la Colegialidad, al ver lo que intentó reargumentar hace notar que no sabe de qué hablo, así que no le respondó nada. El problema es sobre la autoridad máxima en la Iglesia, que la Sagrada Escritura, la Sagrada Tradición y el Magisterio anterior afirman un sólo principio, mientras que LG del CV II afirma dos.

    sobre la FSSPX no debiera decir nada pues no soy de ellos, pero le comentó que ni ellos ni Monseñor Lefebvre (ni antes ni después la ya anulada suspensión) han afirmado nada nuevo que no esté en el magisterio anterior, y sí reconocen la validez de los actos magisteriales (licitud o corrección teológica es otro tema) posteriores al CV II y al Papa, no son sedevacantistas (que sí los hay por ahí, de esos no hablo); así que en realidad alguna vez escuche sus argumentos y no predique en base de los rumorcitos y comentarios del curita de su parroquia o facultad.

    Por último: me gustó su pseudónimo, es bueno.

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  4. y además sobre la libertad religiosa, le concedo lo que dice. El problema es otro. Es la teoría de suponer que tenemos un mismo Dios con otras religiones que no creen en la Trinidad o que existan otros caminos de salvación extra ecclesia, pero si se realiza un diálogo basado en la verdad y con claridad de principios, con la intención de la salvación de los demás por su conversión (como usted bien dice), eso es MUY positivo, no estoy en contra de eso (ya escribí un artículo sobre el tema: "Monólogo interreligioso), pero el diálogo que se lleva y promueve hoy en día (basado en la teoría propuesta por Nostra Aetate) es más bien de acercamiento que produzca entendimiento pero no lleve a la conversión pues los demás se pueden salvar sin Cristo, eso es inaceptable. Hay que pensar en el Encuentro de Asís, es Nostra Aetate llevado a la práctica ¿cuántas conversiones generó?: 0 (cero), además desde entonces es común escuchar expresiones en la gente sencilla como que todos rezamos al mismo dios, todas las religiones salvan, todos se van al cielo, etc.; No tenemos el mismo dios, así que ¿hay que dialogar? Sí, pero para buscar la conversión y la salvación (missio).

    Sobre el ecumenismo el problema es más práctico que teórico, queda en el aire la sensación que todos dan lo mismo y alguna vez nos entenderemos y uniremos en una sola Iglesia cristiana neutral, lo que no es así, pues hay una verdadera y ellos deben integrarse a ella o lograr la comunión perfecta (donde sólo falte esto). Eso no implica que no tengamos pecados o errores, pero hay que defender la veracidad de que la Iglesia católica es la única verdadera.

    Loco de Facultad lo invito a leer el artículo sobre Antropología en san Pablo. Sus críticas son bienvenidas, así que espero que no repita expresiones como "blog de proquería" y no piense que se le censura (al menos no yo, no sé si blogspot.com lo haga)


    Gracias por todo.

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  5. El escritor del blog no ha borrado nada. De hecho ya me han borrado dos comentarios más (míos) a esta misma entrada, en donde se respondía a los comentarios.
    Lamento la expresión "blog de porquería," esas expresiones suelen decir más del comentador que del blog.

    Te invito a seguir comentando. No soy yo quien ha borrado tus comentarios, por eso es triste que uses expresiones insultantes.

    Te invito (en buena) a leer el texto sobre Antropología en San Pablo y comentarlo (en buena).

    Gracias por tu lectura y tus opiniones.
    Luis Alberto.

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  6. - Los temas que rebates no se tratan aquí, esta entrada es una biografía (y breve) no un tratado sobre el pensamiento de Lefebvre. Por tanto, por ahora, estabas peleando sólo. No obstante esto hago breves comentarios (estos temas serán tratados en profundidad más adelante):

    - La protestantización de la Misa se aprecia en muchos elementos más que el hecho que el nuevo misal lo hayan redactado 6 calvinistas (literalmente hablando, no es una ironía); entre ellos: la pérdida de signos y oraciones tradicionales que expresaban la riqueza de la Tradición católica, la pérdida del canto gregoriano y el latín (pero te concedo que esto sucedió en la práctica y no está en la teoría ni en las rúbricas), la pérdida de las oraciones del ofertorio que hablaban de la Misa como Sacrificio y que lo ofrecían a la Trinidad, la introducción del versículo luterano al Padrenuestro ("porque tuyo es el Reino..." como en la liturgia luterana), la terminología nueva (ejemplo: Mesa fraterna en lugar de Sacrificio), etcétera (los detalles son muuuchoos más).

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  7. - Sobre ecumenismo y libertad religiosa, confundes temas, vamos por orden: en el diálogo interreligioso me sumo a lo que tú dices (te cito): "la misión de la Iglesia es la salvación de las almas y que para eso es imprescindible la Iglesia. Eso no quita que pueda reconocerse la posibilidad de conversar con miembros de otras religiones a fin de profundizar en lo que nos une con ellas y delimitar las diferencias. No por indiferentismo. Sino, justamente, para lograr la conversión de ellos y como un ejercicio de verdad." Eso que dices es muy verdadero, pero lo que Nostra Aetate propone es que el Dios de los cristianos (el verdadero) es el mismo que el de los musulmanes o judíos (dioses falsos), lo que impide un verdadero diálogo pues impide "la conversión de ellos y como un ejercicio de verdad." Sobre el ecumenismo, esto se aplica, pero lo importante es consignar que la Iglesia católica es la verdadera y que las demás deben convertirse a ella (lo que no niega nuestra necesidad de conversión moral) pero no puede pretenderse el ecumenismo (como hacen algunos e insinúan algunos actos públicos de Juan Pablo II) que el fin es que después tengamos una sola iglesia neutral que supere a las actuales, pues esa sería iglesia fundada por hombres, mientras que a la Iglesia católica la fundó Cristo mismo. La diferencia es mucha. Sobre la libertad religiosa el tema es otro: hasta Pío XII (y como doctrina definida por León XIII y san Pío X) se decía que así como los individuos debían convertirse a la fe verdadera, así también los sociedades, por lo que los Estados deben ser católicos, aunque en la práctica (por las circunstancias políticas) pueden no serlo, desde el Vaticano II en adelante se ha enseñado explícitamente (Dignitate Humanae) que los Estados deben ser laicos, lo que contradice una doctrina tradicional (ante un magisterio definitivo y una instrucción pastoral prima el magisterio definitivo, por tanto uno debiese no seguir las enseñanzas del Vaticano II en ese punto, por ser concilio pastoral, aún reconociendo su validez).

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  8. - Sobre la colegialidad, tampoco entendiste el fondo del asunto (se entiende porque me refutaste algo que jamás anuncié). El problema no es la existencia del Colegio Episcopal, existente desde los apóstoles (estamos de acuerdo en eso, nadie lo niega), si no que el problema versa sobre el principio de la Autoridad Suprema en la Iglesia, el cual, desde siempre se consideró uno sólo (el Romano Pontifice, innumerables textos en la Escritura, en la Tradición patrística y en Santo Tomás), pero el Vaticano II (Lumen Gentium) y el CIC de 1983 anuncian dos, contradiciendo lo anterior. El colegio episcopal existe y los obispos son vicarios de Cristo en sus diócesis, pero no pueden ser considerados Autoridad Suprema, pues habiendo un sólo Dios, una sola fe, un solo bautismo, una sola Iglesia, siempre se ha anunciado un solo principio de autoridad. Lo otro suena a conciliarismo, doctrina condenada por el Concilio de Trento.
    - Sobre la crítica a la FSSPX no puedo decir mucho, no soy de ellos, pero en lo que les he escuchado predicar y en sus escritos no me perece que sea así como dices, tal vez los confundes con los Sedevacantistas, tradicionalistas que sí son cismáticos porque niegan la validez del Papa y de los sacramentos del Novus Ordo (la FSSPX no niega nada de eso, critica por elementos teológicos, pero reconoce validez y se reza por el Papa en todas las misas), ahora bien si has escuchado a algún loquillo decir todo lo que afirmas, pobre por él y reza por su conversión.
    - Sobre la firma de Monseñor Lefebvre a los textos del CVII, los firmó como obispo presente pero se opuso a todos, votando non placet a las redacciones finales (que diferían incluso de textos propuestos, sobre esto te invito a que leas a Romano Amerio, escritor alabado por la Santa Sede, en su libro: Iota Unum)
    - Sobre argumentos ad hominen, lo siento si los hubo en el texto, pero es una biografía: NO un tratado teórico. No me centré en la argumentación, si no en la anunciación de hechos históricos. En todo caso los argumentos ad hominem NO son falacias, Cristo usa varios en el Evangelio.

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  9. Es cierto lo de ambos, he logrado ver varios comentarios que aparecen un día y al siguiente no están, pero que en su contenido no tenían nada de censurables. Es extraño.

    Respecto del texto, aún siendo breve (con todas las limitaciones que ofrece eso) es una buena biografía que invita a conocer a Monseñor Lefebvre más allá de los eventos postconciliares más conocidos. Muchos de los obispos de su generación (incluso varios muy progresistas) siempre le reconocieron su labor misional en África y le tuvieron especial cariño y respeto por ello. Creo que la FSSPX debiera realzar más la figura de su fundador (sobre todo en tiempos en que el sacerdocio se cuestiona ante tan tristes ejemplos), lo que a veces deja de hacer tal vez para evitar quedarse en algo puramente personal (caudillismo) dejando lo objetivo y de fondo de la lado (la fe tradicional), pero creo que una cosa no se opone a la otra; de hecho, uno no entiende a los franciscanos sin San Francisco o a los salesianos sin Don Bosco, creo que la FSSPX será igual con el tiempo.

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  10. No se mucho del tema pero lo que si percibo es que existe más la presencia de Dios en la Santa Misa Tridentina o Tradicional que en la Santa Misa (si se puede llamar Santa)de Hoy en día, hasta a veces dudo que Dios esté allí por la chabacanería con que los sacerdotes de hoy la celebran y con esto también llevan a los fieles a faltar en lo sagrada que es la Santa Misa.
    Lo felicito por la biografía de Monseñor Lefebvre no le conocía pero me parece en mi ignorancia que el no hizo nada de malo tal ves la desobediencia pero alguna vez escuche que a las cosas del demonio nunca se debe obedecer.
    Gracias me alimenté mucho espiritualmente con esta lectura.

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    1. Gracias a usted por tomarse la molestía de leernos.

      Dios le bendiga.

      Nota al margen, por las preguntas por nuestros silencios: Sé que ya hace algún tiempo no escribo nuevos artículos, así que a mis lectores, les pido paciencia, volveremos pronto. Les invito a todos a rezar por la pronta regularización canónica de la FSSPX, en donde el Papa Benedicto XVI dará un final a esta situación extraña de persecusión a la Tradición y quedará demostrada el carácter no-vinculante del magisterio del Concilio Vaticano II (al cual reconocemos verdadero concilio, pero por su carácter pastoral, querido explícitamente por los padres conciliares, no es magisterio definitivo ni vinculante)

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